
Antonio Martínez del Hoyo Clemente, autor de este artículo de opinión sobre la mediación es abogado y mediador en la Fundación SIMA.
Es bien cierto que se aprecia que la mediación —en cuanto que mecanismo de solución de conflictos— no ha conseguido su plena consolidación social, todo y que se constata que va avanzando en su aceptación por las partes en conflicto.
La respuesta viene dada normalmente en términos de racionalidad; entonces aparece la mediación como una vía rápida, eficaz, definitiva y económica para solución de nuestros conflictos y por ello incomprensiblemente no se entiende cómo no puede ser no ya tan sólo admitida sino incluso reclamada por los ciudadanos.
Y es que quizás una primera razón habría que buscarla en la psicología. Cuando alguien va a visitar a un abogado normalmente no es para pedir consejo, para hacer una evaluación de la protección legal de su situación, más bien su pensamiento está predispuesto a la confrontación con «el otro», en la preconcebida idea de entrar en un lucha de la que le preocupa cuándo y cómo saldrá victorioso. Se va a la búsqueda del «placer de la victoria».
Por otra parte se nos dirá que el Estado de Derecho, a través del principio de legalidad, concibe la ley como el instrumento que me otorga derechos que han de ser respetados y reconocidos y que asimismo la ley reconocerá a las partes autonomía para contratar y obligarse. Así, tanto por mandato de la ley o como fruto de la concertación, los jueces habrán de intervenir cuando las obligaciones establecidas o concertadas no se cumplan en los términos establecidos.
Ese principio de legalidad determinará que…
Puedes leer el artículo completo en nuestra revista Prevencionistas 22, página 22 (en pdf a doble página, 50 págs. 3,0 Mb)
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